Los negros africanos llegaron al Perú por primera vez durante el segundo viaje de Francisco Pizarro (uno de los negros llego a descender en Tumbes junto a Alonso de Molina), fueron traídos como esclavos (piezas de ébano) y tratados como mercancía, los principales proveedores de negros esclavos fueron los portugueses e ingleses quienes, debido al monopolio comercial, se los daban a los españoles para que los vendan en los puertos americanos.
Muchos de los esclavos no aceptaban su condición y por ello procedían a escapar, estos esclavos fugitivos fueron denominados cimarrones, estos negros se refugiaban en palenques (aldeas conformadas por los fugitivos), el más importante de estos, por su cercanía a la ciudad de los Reyes (Lima) fue el palenque de Huachipa (en la cuenca del río Rímac). Los cimarrones formaron una especie de asociación con el objetivo de sobrevivir y proveerse de alimentos, debido a que no podían trabajar libremente por su condición de fugitivos la mayoría de ellos se dedicaba al pillaje en los caminos.
Al producirse una fuga de esclavos, los amos colocaban anuncios indicando las características de los fugitivos para que sean capturados. Cuando los cimarrones eran capturados volvían a manos de sus dueños (los cuales los habían carimbado: marcado con hierro), los encargados de aprisionarlos eran los negros conocidos como mogollones.
Los cimarrones eran buscados constantemente por sus propietarios, pues cada uno de los esclavos era considerado un objeto con valor, es decir tenían un precio y quedarse sin uno implicaba perder dinero, debemos de recordar que los esclavos además de trabajar para sus amos podían ser entregados como garantía o alquilados a otras personas.
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